EL TÍO LA VARA.

Difícil análisis el de la situación de equipos como el Jerez y el Valladolid, o en su día el Atlético o el mismo Zaragoza. Estos cambios tan radicales dan mucho que pensar, y no dejan nunca en buen lugar a los futbolistas.
Podríamos debatir también si los entrenadores anteriores estaban más o menos capacitados para gestionar sus plantillas, y si en su trabajo nunca hubo una linea a seguir, o si le faltaban recursos para motivar a sus jugadores. Todo estos argumentos son válidos y pueden estar cargados de razón. Pero cuando el cambio en la actitud es tan brusco de un día para otro huele mal, porque en dos días un entrenador no puede marcar las diferencias con otro.
El caso más reciente, el del Valladolid, a todos nos ha llamado poderosamente la atención. Un equipo apático, desenchufado de la competición, con graves problemas disciplinarios, totalmente desmembrado y enfrentado a su afición, pasa a convertirse en un ejemplo de solidaridad en el terreno de juego, y a encarar sus partidos con una seriedad e intensidad propia de los punteros de la liga.
Está claro que a base de palos aprendemos todos, y Clemente reparte sin saber donde caen, pero los futbolistas debían hacérselo mirar, porque su futuro está siempre en juego, y su imagen, con estos cambios tan chocantes, está ya manchada para siempre.