TODO Y NADA, CIELO, INFIERNO.

A medida que pasaban los minutos mis ganas de beber cerveza disminuían, y con ellas las de comentar, discutir y por supuesto mis ganas de reír. Jamás vieron mis ojos soberana paliza. No hablo de Madrid - Barca, ni de bailes al Madrid, hablo en la totalidad de partidos de fútbol visionados por un servidor. Nunca vi un rival tan superior sobre un terreno de juego. Mi más sincera - y sufrida- enhorabuena a los seguidores del Barca, si me pongo en su pellejo, por un instante, debe ser maravilloso.

Análisis hay pocos, porque el mérito es exclusivo culé, pero me temo que mucho aficionado madridista no tendrá ahora el mismo concepto de Mourinho que hace tres horas. No se puede culpar al portugués de la quinta esencia blaugrana, pero la imagen blanca quedó con demasiados lamparones, algunos no saldrán ni con lejía, y es que ver a Di María en el minuto 2 incrustado en el lateral izquierdo con una defensa de 5 no presagiaba nada bueno.

Hablé, la temporada pasada, del aburrimiento que producía el juego del Barca cuando su dominio era absoluto. Hoy pasó más que nunca, pero en este partido en concreto el aburrimiento era éxtasis culé y desesperanza madridista. Hoy no me aburrí, ojalá me hubiera aburrido.