LIBRE DIRECTO.

El lanzamiento de un libre directo es una de las señas de identidad del fútbol. Es una suerte que a todos nos mantiene en vilo, sea nuestro equipo el que la ejecuta o sea el equipo contrario. Es un momento especial, único. El porcentaje de faltas que acaban en gol debe ser bajísimo, pero siempre tenemos la esperanza intacta antes del disparo. El futbolista comienza su ritual, se concentra, mira la barrera, al portero, al balón y... casi siempre a la grada o a la barrera,o en su defecto a las manos del portero. Pero cuando el balón supera la barrera y se aleja cada vez más del portero hasta alojarse en el mismísimo fondo de las mallas, ese momento es muy especial.
Muchos han sido los especialistas en este arte, casi siempre jugadores de calidad, aunque también los hubo tarugos, y muchas las formas de pegarle al balón, de ejecutar el disparo. Cuanto más versátil sea el lanzador, más dificultades pasará el guardameta. Es decir, si el futbolista que va a golpear el balón es capaz de colocarla suavemente por encima de la barrera, pero también es capaz de romperla pegándole a la cepa del poste del portero, o mandarla incluso, a su palo pero en la misma escuadra, pues es evidente que ese portero tiene un problema, y además lo sabe.
Ronald Koeman, siendo un taruguito, tenía esa versatilidad, y los porteros se hacían caquita antes de sus lanzamientos. Pero en la actualidad hay ciertos lanzadores, Cristiano Ronaldo, que aún sabiendo el portero hacía donde va a dirigir sus lanzamientos, estos son imparables. Porque a última hora, cuando se van a dejar atrapar, cambian de dirección.