ESTRELLAS DE CINE.

Encender un cigarrillo, bajarse de un coche, guiñar un ojo, marcar un gol. Todas estas acciones tienen un fin en si mismas. No hay porque hacerlas de una determinada manera, no hay reglas. Te bajas del coche y punto, rematas a portería y a correr a celebrarlo, te enciendes un pitillo para poder fumarlo y casi nunca guiñamos un ojo para saludar. Pero todos sabemos que existen personas que cualquier gesto sin importancia lo convierten en casi arte.

Es muy agradable observar a esas personas, hipnotizan, nos seducen. Sus movimientos son tan armónicos que parecen estudiados, pero su capacidad de persuasión reside justamente en el extremo opuesto, en la máxima naturalidad. Rebosan elegancia. Un movimiento perfecto ejecutado con naturalidad siempre es elegante.

En cada gol de Marco Van Basten tenemos excedente de elegancia. A cada uno de sus gestos se les puede poner música porque va sobrado de ritmo. Su carrera era tan sofisticada que parecía lento y su técnica tan depurada que el gol parecía algo corriente.

Desgraciadamente las lesiones lo apartaron prematuramente del fútbol, pero al amante de este deporte se le sigue iluminando la cara cuando escucha su nombre.